La sabiduría del mundo y la sabiduría de Dios
Uno de los grandes héroes de la teología reformada moderna, sin dudas, es John Gresham Machen(1881-1937). Machen fue uno de los más férreos defensores de la ortodoxia en el periodo que el liberalismo teológico estaba contaminando la iglesia presbiteriana en Estados Unidos, como queda expresado en su libro“Cristianismo y liberalismo”. Después de la aceptación de la Afirmación de Auburn en su iglesia madre, Machen junto a un grupo de pastores e iglesias salieron y formaron una nueva denominación, la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa, junto con ello formaron el Seminario Teológico Westminster en Filadelfia, donde Machen fue profesor de Nuevo Testamento. Precisamente en esa área, él escribió un libro llamado “Introducción al Nuevo Testamento, Una introducción a su Literatura e Historia.” Aquí Machen expresa el entendimiento tradicional de la teología reformada.
Preparando un trabajo encontré algunos párrafos que muestran su lucha contra el racionalismo de los liberales y el irracionalismo que ya era incipiente en su tiempo. A continuación está mi traducción.
La sabiduría del mundo y la sabiduría de Dios
Dios habla para ser entendido
Algunos cristianos están inclinados a interpretar 1 Cor. 1:18-30, donde la sabiduría del mundo es contrastada con la “insensatez” del mensaje cristiano; ellos concluyen de este pasaje que todo ejercicio intelectual en materia de religión debe ser rechazado. Tal inferencia no tiene validez; de hecho, es lo contrario al mensaje de Pablo. Pablo está desacreditando el uso del intelecto que busca llegar a la forma de salvación por medio del engaño humana; aquellos cristianos modernos de los que estamos hablando deberían rechazar ese uso tipo de intelecto que busca entender lo que Dios ha dicho. Cuando Dios habla, debemos hacer nuestro mayor esfuerzo para entender; en ese esfuerzo debemos aplicar nuestras mentes así como nuestros corazones. Dios nos ha dado nuestra razón; por eso debemos usarla recibiendo lo que Él tiene para decir.
Algunos cristianos están inclinados a interpretar 1 Cor. 1:18-30, donde la sabiduría del mundo es contrastada con la “insensatez” del mensaje cristiano; ellos concluyen de este pasaje que todo ejercicio intelectual en materia de religión debe ser rechazado. Tal inferencia no tiene validez; de hecho, es lo contrario al mensaje de Pablo. Pablo está desacreditando el uso del intelecto que busca llegar a la forma de salvación por medio del engaño humana; aquellos cristianos modernos de los que estamos hablando deberían rechazar ese uso tipo de intelecto que busca entender lo que Dios ha dicho. Cuando Dios habla, debemos hacer nuestro mayor esfuerzo para entender; en ese esfuerzo debemos aplicar nuestras mentes así como nuestros corazones. Dios nos ha dado nuestra razón; por eso debemos usarla recibiendo lo que Él tiene para decir.
El Espíritu de Dios revela las cosas de Dios
Verdaderamente, Pablo mismo, inmediatamente después del pasaje que ha sido mencionado, habla de la sabiduría de Dios que debe ser recibida por los cristianos maduros; y de esa sabiduría da maravillosos ejemplos en los mejores pasajes teológicos de sus epístolas. Aquella sabiduría, es verdad, no puede ser recibida sólo por el intelecto, ella requiere también un corazón puro, y sobre todo, requiere el Espíritu de Dios, 1 Cor. 2:11, 14-16.
Verdaderamente, Pablo mismo, inmediatamente después del pasaje que ha sido mencionado, habla de la sabiduría de Dios que debe ser recibida por los cristianos maduros; y de esa sabiduría da maravillosos ejemplos en los mejores pasajes teológicos de sus epístolas. Aquella sabiduría, es verdad, no puede ser recibida sólo por el intelecto, ella requiere también un corazón puro, y sobre todo, requiere el Espíritu de Dios, 1 Cor. 2:11, 14-16.
El Espíritu de Dios y las facultades humanas
El Espíritu de Dios no destruye, sino que despierta y enaltece los dones del hombre. Uno de los más importantes de aquellos dones es la mente. Existe algo, sin embargo, como un uso cristiano del intelecto, y él es de importancia absolutamente fundamental. A veces algunas personas incultas son de hecho usadas para el mejor servicio, pero no son personas que deseen ser ignorantes. Dios no necesita talentos brillantes, Él pide el diligente uso de los dones que Él ha dado.
El Espíritu de Dios no destruye, sino que despierta y enaltece los dones del hombre. Uno de los más importantes de aquellos dones es la mente. Existe algo, sin embargo, como un uso cristiano del intelecto, y él es de importancia absolutamente fundamental. A veces algunas personas incultas son de hecho usadas para el mejor servicio, pero no son personas que deseen ser ignorantes. Dios no necesita talentos brillantes, Él pide el diligente uso de los dones que Él ha dado.
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